Sección 1.1 La pelota del mundo.
Para Castilla usufructuar las tierras americanas, alegó los acuerdos y derechos adquirido “sanamente” por parte de su supuesto dueño original —el vicario de Cristo—, representante y heredero de las tierras del orbe. Por ello, cuando los castellanos llegaron a América, solo vinieron a ejercer ese supuesto derecho: goce y disfrute de las tierras descubiertas y por descubrir (aunque no las conocieran). El papa Alejandro VI donó a cada uno las tierras a descubrir y el derecho de señoriar sobre ellas y sobre sus habitantes; guardando para el papado, las almas de sus supuestos infieles habitantes. Para hacer esta donación, el papa alegó tener autoridad divina; heredada de Pedro, quien a su vez la recibió de Jesús el hijo de Dios… en consecuencia: «dueño del mundo».
Previo a los viajes de Cristóbal Colón, las actividades atlánticas (o del mar del norte) entre Castilla y Portugal ser regía por el tratado de Alcazobas-Toledo de 1479; el cuál dividía al mundo conocido y por conocer, por un paralelo a la altura de las islas Canarias que se extendería sin fin hacia el oeste; con algunas exenciones. Reservándose para Portugal las tierras y aguas al sur, y las del norte para Castilla. Posterior al primer viaje de Colón, en 1494, el mundo fue dividido nuevamente en dos; pero de forma contraria: En atención a los reclamos de Portugal y garantizando Castilla sus descubrimientos en el «Nuevo Mundo», esta vez la «nueva línea» fue de polo a polo; pasaba a 370 leguas al oeste de Cabo Verde. El nuevo acuerdo fue firmado en Tordesillas a mediados de 1494, dejaba a un lado las bulas alejandrinas de 1493; permitía que “ganaran” todos (los reyes católicos —Isabel y Fernando— y Juan II de Portugal). Ahora todas las tierras al oeste de la «línea» serían de Castilla (no de España) y al este de Portugal; eso incluso luego se extendió hasta el otro lado del mundo, el antimeridiano. Todo ello a espaldas de los demás países europeos, pero, sobre todo: con total desdén de los habitantes aborígenes y de los gobiernos de las tierras de ese también «viejo mundo»; donde habían permanecidos por milenios. Razón tenían los exaltados y críticos de la época, en decir: que era la ‘línea del culo’ y que nada bueno traería; y esos territorios detrás de dicha línea fue lo heredado por España cuando se consolida como Estado.
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Ptolomeo dividió al mundo en «trescientos y sesenta grados de largura y en otros tantos de anchura, que, como es redondo, es tan ancho cuanto largo» (Gómara, 1551). Suponiendo la medida de la circunferencia terrestre de 400000 Km; la legua castellana de veinte por grado sería: 400000/360 = 111,11/20 = 5,55Km. Sin embargo, hay que aclarar que en el siglo XVI la medida del diámetro terrestre no estaba claro, y fue una de las causas de la gran imprecisión de Colón; y también el causal de leguas de distintos tamaños.
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Una cuestión de importancia jurídica es que la bula la otorga el Papa a Isabel y Fernando como reyes de Castilla y León, no de Aragón, que queda al margen de la concesión. Además, los destinatarios son los reyes y sus herederos, no los reinos; matiz importante porque, si las tierras hubiesen sido concedidas a los reinos, su jurisdicción marítima habría correspondido a los Almirantes de Castilla. [Wikipedia]
Fue imaginario suponer que un trazo de fronteras hecho por manos extranjeras (aun alegando divinidad), pudieran sostener un mundo falso e irreal, ya dijera Lope de Aguirre: …mostrase el Rey de Castilla el testamento de Adán en que lo dejaba por heredero de las Indias… [23]