Sección 2.4 El enemigo es un espejo.
Lope de Aguirre —el soldado general—, por sus afrentas y las consecuencias de ellas, fue odiado y temido en su época; al paso de los años fue un referente inequívoco para la malignidad humana; en este lado del mundo: su fama también se extendió a otras latitudes, y sobre él se ha escrito y se escribirá a montones. Sin embargo, no pocos han pensado que su memoria —el objeto de su rebeldía— debe ser descubierta y rehabilitada; ya que fue trastocada y desfigurada a conveniencia del reino español; y de los que le sucedieron en américa. «Tiranos» también fueron: Francisco Pizarro (que lo fue) y el Inca Atahualpa (que no lo fue) o la dupla, Hernán Cortez y Moctezuma II; pero contrario con la displicencia a Aguirre, ha pesado en la complacencia histórica y social, haber nacidos en buena cuna. Antes, durante y después del siglo XVI, hubo hombres cuyas afrentas y consecuencias fueron de dimensiones dantescas y extraordinaria, solo que se le ha tratado a conveniencia de quien escribe.
Subsección 2.4.1 El Cap. Diego García de Paredes.
Se puede poner en el espejo, como ejemplo de multitudes, al hombre que logra cercar y desbaratar a Lope de Aguirre, al capitán Diego García de Paredes, hijo de «El Sansón de España»; y por ello de muy buena cuna: natural de la Extremadura de Castilla (como lo fueron: Bernáldez, Orellana, todos los Pizarro y hasta Ortiz de Sandoval —el marido de Aldonza—); nació en 1506, fue contemporáneo a: Aguirre, Cañete y Orellana.
Diego García de Paredes. Uno más de los indistinguibles aventureros que vinieron a la América en el primer tercio del siglo XVI; pero él, era primo hermano de Francisco Pizarro. Como oficial de Infantería, fue uno de los 18 que bajo las órdenes de su primo, actuaron directamente en el apresamiento y secuestro de Atahualpa durante la «batalla» que sostuvieron en la plaza de Cajamarca, el 16 de noviembre de 1532; se calcula que los españoles masacraron a unos 2000 nativos en la plaza y sus alrededores, ya que no se defendieron:
«…hicieron la seña al Candía, el cual soltó el tiro, y en soltándolo tocaron las trompetas y salieron los de a caballo de tropel, y el Marqués con los de a pie, como estaba dicho, tras de ellos, de manera que con el estruendo del tiro y las trompetas y tropel de los caballos, con los cascabeles, los indios se embarazaron y se cortaron; los españoles dieron en ellos y empezaron a matar, y fue tanto el miedo que los indios hubieron, que por huir, no pudiendo salir por la puerta, derribaron el lienzo de una pared de la cerca de la plaza, de largo de más de dos mil pasos, y de alto de más de un estado: los de a caballo fueron en su seguimiento hasta los baños, donde hicieron grandes estragos, y hicieron más si no los anocheciera. Pues volviendo a D. Francisco Pizarro y a su hermano, salieron como esta dicho, con la gente de a pie; el Marqués fue a dar con las andas de Atahualpa, y el hermano con el Señor de Chincha, al cual mataron allí en las andas, y lo mismo fuera de Atahualpa si no se hallara el Marqués allí, porque no podían derribarle de las andas, que aunque mataban los indios que las tenían, se metían luego otros de refresco a sustentarlas, y de esta manera estuvieron un gran rato forcejeando y matando indios, y de cansados un español tiro una cuchillada para matarle, y el Marqués D. Francisco Pizarro se la reparó, y del reparo le hirió en la mano al Marqués el español, queriendo dar al Atahualpa; a cuyas causas el Marqués dio voces diciendo: nadie hiera al indio so pena de la vida: entendido esto aguijaron siete u ocho españoles y asieron de un bordo de las andas, y haciendo fuerza las trastornaron a un lado, y así fue preso el Atahualpa, y el Marqués le llevó a su aposento, y allí le puso guardas que le guardaban de día y de noche». [57]
Atahualpa fue hecho prisionero, y por él se pretendió un rescate: tesoro que él (el Inca) ordenó reunir y cancelar; como había prometido:
…le dijo que dijese al Marqués D. Francisco Pizarro que no le matase, y que él le daría mucho oro y plata. Pues entendido esto el Marqués, le mandó a traer ante sí y le preguntó lo que decía, y él le dijo lo que a la lengua había dicho: el Marqués le preguntó ¿qué tanto oro y plata daría? El Atahualpa dijo que henchiría un aposento adonde el Marqués estaba, de oro, y el galpón grande que tengo dicho, donde se recogieron los españoles, le henchiría dos veces de plata, por su rescate. [57]
Sin embargo, a pesar de la palabra empeñada y cumplida por Atahualpa: Francisco Pizarro y los que le fueron íntimos (entre ellos Diego García de Paredes), le hacen un injustísimo juicio y lo condena a muerte: …mandando le diesen garrote, y después de muerto le quemasen porque tenía las hermanas por mujeres. Cierto pocas leyes habían leído estos señores ni entendido, pues al infiel sin haber predicado le daban esta sentencia…[57]; según fue culpable de: idolatría, herejía, regicidio, fratricidio, traición, poligamia e incesto. No le queman una vez muerto, pero le bautizan con el nombre de «Francisco», lo que para él debió ser igual o peor; luego lo enterraron en la iglesia de Cajamarca; otros dicen que su cuerpo se extravió y que «retornará hecho millones» …en concordancia con lo que Atahualpa había profetizado.
Diego García de Paredes, una vez concluida la conquista y baño de sangre del Perú, fue a España en la comisión con Hernando Pizarro, van a rendir cuenta a Carlos V, y a entregarle; el quinto del botín de los Incas (su parte del atraco). Más que adinerado regresa a España en enero de 1534, siendo soldado profesional, pronto va a guerrear en otras tierras (es lo que sabe hacer al igual que los marañones). Incursiona en Francia, Italia, Alemania, Túnez y Sicilia; en Flandes, forma parte de los Tercios y es donde alcanza el grado de capitán. En 1545 se suma a la segunda expedición de Francisco de Orellana, junto al cuál explora nuevamente el Amazonas y conoces las vicisitudes de intentar aquella jornada: sufre de los mismo que luego padecen los marañones de Lope de Aguirre: pérdida del comandante de la expedición y futuro gobernador de los territorios por descubrir, clima malsano, enfermedades tropicales y hambre. Junto con algunos sobrevivientes (muy pocos de los 400 originales) logra salir de la maraña acuática y recala al mando de lo que queda de la expedición, en la Isla de Margarita finales de 1546 —al igual que Aguirre y sus marañones—; hombres y barco en pésimas condiciones. De allí continúa a La Española, donde luego se entera de los planes de conquista a Los Chichas en el territorio del Nuevo Reino de Granada; se dirige a Bogotá, y participa en el sometimiento de los indios muzos. En 1547 se encontraba en Cartagena de Indias, luego junto a Pedro de Ursúa (el mismo que pretendió comandar marañones) funda Pamplona en 1549. En 1550, llega a Coro, continúa a la ciudad cabeza para entonces de la gobernación de Venezuela: El Tocuyo, y pronto participa junto a Juan de Villegas en la fundación de Nueva Segovia de Barquisimeto, entre mayo y septiembre de 1552; donde asume el cargo de Regidor y se le conceden 4 encomiendas. En 1553 protagoniza el sometimiento y muerte del Negro Miguel que se había sublevado y «Tiranizaba» a los demás negros de las Reales Minas de Buría; príncipe cimarrón de la Libertad venezolana (quien también formó su corte y asumió formalidades, como Miguel I). En 1557 va contra los indios cuicas al oeste de la gobernación, comisionado por los alcaldes que interinaron y asumieron la gobernación de Venezuela: Gutiérrez de la Peña y Melchor Grubel. En 1558 funda la Nueva Trujillo, que debe de abandonar por el levantamiento de Los Cuicas en respuesta a los abusos que le perpetraron; García de Paredes la refunda en el sitio donde al presente está en 1559. Allí permanece hasta que en 1561 es llamado nuevamente al combate por la llegada inminente de Lope de Aguirre [27].
Si al capitán Diego García de Paredes, sólo le juzgamos por los crímenes de lesa humanidad contra los indígenas masacrados en la plaza de Cajamarca o por la indiscriminada matanza que como miembro de «los 18» hizo sobre los portadores de las andas del Inca Atahualpa, los señalamientos a Lope de Aguirre quedarían huérfanos de juicios; los crímenes cometidos por Paredes en varias partes del mundo superan a los cometidos —no solo por Aguirre— si no por todos los marañones juntos. La historia sin embargo no le enjuicia, ni hace relevancia a su conducta criminal contra indígenas que no se defendieron ni mucho menos les atacaron; él fue de los vencedores y además de buena cuna, él hizo posible la presencia de nuestros abuelos y de su descendencia en estas tierras que ahora nos son propias.
Es respecto a esos seres que debemos mirar los espejo, son aquellos que nos precedieron. Los asesinos de imperios: mayúsculos y minúsculos; tan parecidos uno a los otros, que su reflejo ante la historia es indistinguible. Nadie duda de la prolijidad de las historias que sobre ellos se ha dejado constancia, pero todo americano duda respecto a ser sus descendientes; nos desmarcamos de ellos y los consideramos extraños a nosotros; pero conservamos sus genes, idioma y apellidos, vivimos y disfrutamos de las ciudades que fundaron; manteniéndolas como urbanidad segura y preferente; sólo para criollos. Nos sumergimos en un olvido colectivo, que no es del todo criticable, como dijo un escritor norte americano: Ser capaz de olvidar es la base de la cordura. Recordar incesantemente conduce a la obsesión y a la locura .
1
Jack London, 1915. En: «El vagabundo de las estrellas», 1915.