Sección 2.1 El oficio de los Marañones.
El tirano (peregrino y rebelde), desbaratado y ejecutado en la Nueva Segovia de Barquisimeto, dejó tras de sí, un ejército de hombres a su semejanza; aunque de contrastes diferentes a otros vasallos de España. Los marañones fueron usados como matarifes de indios por las autoridades y vecinos de la incipiente gobernación de Venezuela (así lo habían previsto los oficiales de la Real Audiencia de Santo Domingo). La gobernación de Venezuela se había convertido en el sitio más seguros para los desarraigados marañones; compartieron las vicisitudes de sus habitantes, básicamente las relacionadas con los oficios de guerra. Los marañones fueron lanzas contra los naturales de la provincia de los Caracas (… y más allá). Se les envía como parte sustancial del ejército de Diego de Losada para sus entradas de guerra contra los Caracas.
Las alturas, planicies y valles, de la provincia de los Caracas, fueron inicialmente pretendidas por los orientales margariteños, quienes inician un ejercicio colonizador pacífico, capitaneado por el mestizo criollo Francisco Fajardo. La primera vez que Fajardo irrumpe en la costa de esos territorios, en abril de 1554, lo hace con tropa nativa: 20 indios guaiqueríes y 3 criollos —todos orientales—. En 1560, Fajardo hace un tercer intento, y funda el poblado de San Francisco en un valle llamado Guaire; tierra de los toromaimas. La fundación de San Francisco se hizo en paz; pero en vilo de la fuerza de un ejército: 200 indios y 11 españoles voluntarios [11]. El cronista de Caracas, Juan Montenegro, uno de los biógrafos de Fajardo, dice: Nunca buscó Dorados ni le obedeció la codicia, pues la gloria que perseguía era conquistar y poblar, sin atropellar ni matar; tanto es así que el único crimen que se le pudo imputar durante nueve años de campañas y conquista, fue la muerte de Paisana, a quien como hemos dicho, ejecutó por haber traicionado los acuerdos de paz y ser responsable de la muerte de su madre [40].
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Fajardo acusaba a Paisana de: … destruir el pueblo cuya fundación había sido el sueño de su vida, y para colmo, su madre venerada muere, segun cree, por la hostilidad de Paisana…Cuando Paisana entra al pueblo con bandera blanca, le toma y le guinda con diez principales en el recio caballete de la casa, como adorno de su gran fiesta de venganza [40].
Muchos de los marañones, junto con soldados pobladores de las ciudades incipientes de la gobernación de Venezuela, van a combatir «a sangre y fuego» al heroico Guaicaipuro y sus hermanos confederados (nuestros abuelos); con sus acciones se consolida la fundación de Santiago de León de Caracas, el 25 de julio de 1567; a los marañones se les remunera con cargos en las instituciones del equipamiento de la nueva ciudad y con tierras bañadas en sangre indígena (algunos fueron mercenarios para otras campañas). Caracas, fundada por criollos nacidos en el extranjero y mercenarios marañones, se inicia como urbe para criollos; así ha permanecido sin disolución de continuidad: La ciudad de Caracas es la misma Caracas de los crímenes —de sangre y fuego— del siglo XVI. Fueron los marañones los antihéroes de aquella conquista, que hoy sirve de cómodo hogar a la capital y al gobierno de la República Bolivariana de Venezuela («el Venezuela» es solo un relicto impositivo de los herederos de la antigua gobernación que han tratado de engullir la existencia previa de las otras provincias que se unieron voluntariamente desde la Independencia; fuimos primero: Estados Unidos de Venezuela y luego República federal); sin embargo, no se puede olvidar que Caracas fue fundada en el sitio del «San Francisco» seleccionado y defendido por el mestizo oriental Francisco Fajardo.
El ejército de Diego de Losada, no fue el causal único del infierno desatado en la tierra y provincia de los Caracas, la delicada paz existente entre los nativos y los allegados extranjeros (que pudo constatar Fajardo y se verifica en los diversos relatos de historiadores y cronistas), fue perturbada por el descubrimiento de minas de oro en esos territorios; cuyos controles fueron pretendidos por propios y extraños; esas minas llevaron a la muerte a casi todos los protagonistas que acaudillaron su pretensión; héroes y matarifes.
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«Dícese que [Collado] le retiró el mando por causa de haber recibido unas muestras de oro de las minas del territorio de los Teques y, tentado seguramente por la codicia, revocó el nombramiento de Fajardo para sustituirlo por un vecino del Tocuyo, Pedro Miranda» [58].