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Lope de Aguirre: Un meteoro en la Costa de las Perlas.

Capítulo 4 A manera de conclusión.

Como primer mártir de la libertad de América, Lope de a Aguirre está por descubrir y rehabilitar. [64]
―Ramón J. Sender.

El letargo de los hombres y de la tierra.

El general Aguirre («El Tirano», «La ira de Dios» y otros…) fue un fenoménico meteoro que interrumpe el monótono de la medianía americana del siglo XVI, rasga el silencio, vedo y letargo de poblamiento, que tenía el levante de la Tierra Firme y de sus alrededores. Esas tierras ancestrales de indios, pensaron los frailes dominicos y franciscanos —y la corona— reservarlas para el proyecto evangelizador de fray Pedro de Córdoba, el cual lo sugiere al licenciado Bartolomé de las Casas en estos términos: …que trabajase de traer cien leguas en aquella tierra firme, con el pueblo de Cumaná, prohibido por el Rey y con graves penas, que ningún español osase en ellas entrar ni conversar, sino que las dejasen para donde predicasen solos los frailes franciscanos y dominicos, porque las obras y escándalos de los españoles no los estorbasen
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Carta de fray Pedro de Córdoba al licenciado Bartolomé de las Casas (aún no era fraile, pero ya era sacerdote), para que diligenciase ante el Consejo de las Indias, un espacio reservado para la predica [13].
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Hasta pasada la medianía del siglo XVI, fracasaron todos los proyectos pobladores castellanos que tuvieron como destino la Tierra Firme: tanto el proyecto evangelizador de Córdoba-Las Casas, como las capitulaciones y expediciones de descubrimiento, conquista y poblamiento de: Diego de Ordás, Jerónimo Ortal y Alonso de Herrera; que sólo pretendieron y se dedicaron a la búsqueda de El Dorado (adentrándose por el Orinoco); o el intento por los llanos del mismo Ortal (penetrando por el Unare)
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Jerónimo Ortal (gobernador de Paria) proyectó en 1534 adentrarse por la depresión del Unare, lo que inició un antagonismo, ya que los neogaditanos pretendían y poseyeron derechos sobre la misma zona … desd dicho río [río de Aruaca] e provincia Aruaca hasta la provinçia de Maracapana con el Golfo de Cariaço e las otras islas de suso declaradas, pues no lo tenemos dado en governaçión eçepto la isla de Margarita. La provincia de Aruacas se extendía aproximadamente entre el Orinoco y el Corentin, pero como los neogaditanos empelaban la expresión “río e probinçia Aruaca”, es muy probable que se refieran al Río Dulce o Esequibo. La Real Cédula de fecha 30/12/1532, le asigna con precisión a los cubagüenses jurisdicción en la costa: «desde Maracapana, que es al hueste de la dicha isla, hasta la culata del golfo de Cariazo [sic] con ocho leguas tierra adentro…” [49].
: «… la depresión del Unare era una cómoda entrada hacia el sur, específicamente hacia el río Meta, donde, según los conquistadores, habría de encontrarse El Dorado. Otra entrada hacia el Meta era la desembocadura del Orinoco, que fue por donde la primera vez se intentó —fallidamente— llegar hasta el lugar de las míticas riquezas» [16]. Incluso, la zona que había rendido los mejores frutos —La Costa de las Perlas—, solo resultó llamativa cuando las «margaritas», pero luego de ellas, no hubo atractivo para su poblamiento; lo que fue agravado por las repetidas revueltas de los nativos ‘indios’ orientales y su negativa a vivir a la usanza de los europeos; ‘amuñuñados’ y sometidos en pueblos y ciudades.
En el extremo oriente, al levante del Sol, en Paria y su golfo, el poblamiento no pudo ser cuando el siglo XVI: la causa principal fue el «problema Caribe»
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«El problema Caribe»: “Los caribes que habitaban las zonas del Guarapiche, fueron reacios al sometimiento y estuvieron siempre en guerra contra los misioneros (españoles)” [42].
. Sus antiguas conquista, presencia y dominio mantuvo clausurado el saco del golfo (su seno) e inaccesibles su culata: las bocas del río Guarapiche-San Juan
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Cuando en 1654, el jesuita Pedro Pelleprat visita las tierras contiguas al Guarapiche, hacía no menos de tres siglos que los caribes señoreaban en esos parajes; ya habían desplazado la hegemonía arahuaca. Los caribes durante siglo y medio habían combatido a los españoles; motivo que les impulsó a ser aliados circunstanciales de franceses y holandeses. Pelleprat deja un detallado libro con el contenido de sus investigaciones, publicado en 1965 por la ANH “Relato de las Misiones de los Padres de la Compañia de Jesús en las Islas y en Tierra Firme de América Meridional” [54]; en su segundo viaje se hace acompañar por el también jesuita Denys Mesland, teólogo y filósofo; fue compañero de estudio y amigo de Descartes [nota del autor].
; también estuvo sellado el traspaís de Cumaná; «donde los ríos se devuelven»
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Título del libro de Juan A. Perffetti Valdiviezo, 2008. “Donde los ríos se devuelven - Aproximación al Caripito de siempre”. Un gran sector de esos ríos y caños cambian el sentido de sus aguas al compás de las mareas.
: impenetrables tierras que fueron vedadas por el mismo «problema caribe»; y así permanecieron por más de un siglo; … luego del Aguirre.
A pesar de su rápido pasaje, la presencia marañona en Margarita y en el mar de los caribe, precipita el poblamiento de la Costa de las Perlas; se inicia la formación del país de los orientales (la provincia de Cumaná); ya que se destuercen los nudos y del letargo se despiertan: los hombres y la tierra.

Lope de Aguirre, sus marañones.

De todos los que vinieron a las indias, y de los que les precedieron y continuaron, tenemos «alguna particularidad», por eso nuestro Libertador se atreve a decir: Todo lo que nos ha precedido está envuelto con el negro manto del crimen. Somos un compuesto abominable de esos tigres cazadores que vinieron a América a derramar sangre
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El origen más impuro es el de Suramérica: todo lo que nos ha precedido está envuelto en el negro manto del crimen. Somos el compuesto abominable de esos tigres cazadores que vinieron a la América a derramarle su sangre y a encastar con las víctimas antes de sacrificarlas, para mezclar después los frutos espurios de estos enlaces con los frutos de esos esclavos arrancados del África. Con tales mezclas, con tales elementos morales, ¿cómo poner las leyes sobre los héroes y los principios sobre los hombres? ¡Muy bien!; que esos señores ideólogos gobiernen y combatan y entonces veremos el bello ideal de Haití y nuevos Robespierres serán los dignos magistrados de esa tremenda libertad [Carta a F. De P. Santander, Magdalena, 8 de julio de 1826], [10]
. En el caso de Venezuela, una vez diezmada la población indígena, el blanco conquistador —sus descendientes y mestizos— figuró mayoritariamente en la estructura poblacional (zona central y occidental); pero lo indio siguió protagonizando la formación estructural de la población del oriente venezolano. Luego de la Independencia y de la Guerra Federal, ese componente social se trastoca; lo mestizo, pardos, zambos, etc., adquiere relevancia en nuestra población: somos una nación que hizo su color, sabor y espiritualidad. Pero no podemos desdeñar el componente sicológico y social que legaron aquellos hombres del período de conquista y genocidio (nuestros ascendientes), cuya mejor expresión se aprecia resumida en los marañones y en su capitán Lope de Aguirre.
Mucho se ha escrito sobre los hechos y las consecuencias de la trastocada expedición de Ursúa a las provincias irreales de Omagua y Dorado; pero para todos los que se enrolaron en aquella expedición los hechos no pudieron ser más reales, igual para todos los que la vieron pasar al mando del general Lope de Aguirre —¿El tirano, loco y peregrino? —; quien la condujo hasta algo más allá del Valle de las Damas de Barquisimeto. El recuerdo de aquella realidad, con los siglos se trasformó en leyenda transfigurando su carácter épico y rebelde. Fue la de los marañones, tan solo una rebelión contra el reino de España y sus virreinatos americanos. Desdeñar de ella, por el hecho que dejó un centenar de muertos españoles y otro tanto de nativos americanos, es discutible; pero en nada comparable con las mortandades que dejaron: Colón en las Antillas, Hernán Cortes en Méjico, Francisco Pizarro en Perú, Nicolás Federmann en Venezuela; y tantos otros de una lista interminable que por sí sola acusa a nuestros abuelos, pero sobre todo a España de genocidio en América.
Es muy probable que cuando Felipe II recibiera la grata noticia de la muerte de Lope de Aguirre («el traidor», «el tirano», «la ira de Dios»), se encontraba en uno de sus muchos palacios fortalecidos por la sabia de riquezas drenadas de América; quizás en la recién terminada capilla del Monasterio de San Lorenzo del Escorial (“la octava maravilla del mundo”), inmensa mole mandada a construir en forma de parrilla invertida (San Lorenzo, murió asado a la parrilla). “Felipillo” creyó que la muerte de Aguirre era un regalo divino y tal vez queriendo decir lo contrario, expresaría prudentemente: «Contra el Rey de España es posible que se rebele impunemente cualquiera de sus súbditos, pero contra Dios, eso es imposible. Porque siempre habrá un castigo para el insensato que incurra en semejante desatino».
La vida palaciega de los reyes de España y el usufructo de América continuó un poco más, hasta que puso el finiquito un antepasado vasco como Aguirre, a quien también llamaron Tirano y luego Libertador. Tres siglos más tarde un tal Bolívar —llamado El Libertador— acompañado por muchos, asa en la parrilla de los campos de batallas…a todo el imperio español en América; peleando en las mismas tierras por donde anduvieron batallando los marañones. En consecuencia, América queda sembrada de Repúblicas; de pueblos conformados por los originarios de estas tierras (los autóctonos), los herederos los conquistadores invasores peninsulares y los extraídos forzosamente de la madre patria africana … todos ellos, nuestros abuelos (locos, rebeldes y peregrinos). Pero no podemos olvidar que El Libertador, solo materializa la victoria del cúmulo de rebeliones que le precedieron; entre ellas la de Lope de Aguirre.
A Lope de Aguirre tenemos todo derecho de llamarle asesino (ya que quitó vidas humanas por su mando y por su mano), pero quizás no tenemos el derecho de juzgarle; sin poner en la balanza los métodos de conquista y guerra usados por el reino español, sus instituciones y sus representantes. España usó el temor moral, empleando a la iglesia católica y a la cruz como espada, pero también usó el terror para la cohesión de su imperio. El tirano peregrino fue un espejo de las prácticas y costumbres de la época, por ello fue «amigo del temor»; y la «ira de Dios»: el terror de sus enemigos.
Si Lope de Aguirre solo fue un rebelde enemigo, cruento y despiadado contra el reino español, igual que de sus vasallos: ¿por qué también se ha convertido en enemigo para los americanos del presente? ¿Es nuestro enemigo porque tiranizó contra el antiguo rey de nuestros ascendentes, o porque somos los descendientes directos de aquellos españoles que combatió con furia y saña? ¿O es nuestro enemigo porque también vino a conquistar, como nuestros abuelos? ¿Será que Aguirre fue malo, muy malo, y los demás que vinieron (nuestras familias) fueron solo buenos, no tan malos?; o más bien ¿será que todo ha sido hipocresía y conveniencia? ¿Será que todo eso lo podemos ocultar o quitar de nuestra historia? ¿Borrarlo, extirparlo como cuando se hace una cirugía?; ¿pudiéramos llamar a esa cirugía: «descolonización»? ¿Y así, podríamos alcanzar nuestro nirvana social sin rasparnos la piel y la conciencia hasta el tuétano de nuestros ascendentes? Y, aun así, ¿podemos dejar de ser lo que somos sin aceptar lo que fuimos?
Bien dijo el otro Lope —el Fénix— el enemigo es un espejo y nos forjamos a su semejanza. Es el discernimiento entre el ser o no ser, lo que nos permitirá deslastrarnos de los muchos males que nos agobian; pero nada sucederá mientras no reconozcamos nuestra herencia cultural (todas ellas).
Lope de Aguirre, sus marañones y todos sus semejantes… no tendrán final, serán fantasmas juntos a nosotros; como parte de lo que fuimos; pero que ya no queremos ser.