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Lope de Aguirre: Un meteoro en la Costa de las Perlas.

Sección 1.11 El final de Aguirre: el diablo os engañó

Luego de estar 12 días en Valencia, el día 15 de octubre, Aguirre y su ejército marañón se dirigen a Barquisimeto a donde llega el 22 (anduvo 7 días sin encontrar gente; todos habían huido despavoridos): Al ver la bandera del Rey perdió su ánimo. Les dijo que si todos le fueran fieles, haría correr a aquellos vaqueros sin parar en toda aquella tierra, pero no se fiaba, y día y noche tenia gran cuidado .
Lope de Aguirre es aguardado en Barquisimeto: cercado y reducido, por tropas de su espejo y semejanza; el capitán Diego García de Paredes, que actuaba por órdenes del flamante Pablo Collado, gobernador de la Provincia de Venezuela. Fue la estrategia mediática que usó Paredes lo que permitió que los marañones se decidieron sin vacilar a pasarse al Rey; dejando en las casas que quedaron vacías en Barquisimeto, «Cédulas de Perdón» para todos los delitos cometidos como marañones; de antemano firmadas por el gobernador Collado. Esto quizás fue el arma más poderosa que hizo inclinar la balanza hacia el campo y real de Diego García de Paredes (y por supuesto del recién llegado gobernador Pablo Collado). Contrario a la lógica de la guerra tradicional, la mediática de Paredes, redujo y pulverizó la diferencia existente a favor de Aguirre; tanto en hombres como en armamento, las tropas reales ascendían hasta el número de 100 o 150, con media docena de arcabuces contra 200 arcabuceros de Aguirre, quien ni con toda su enorme superioridad material pudo hacer nada [73].
Además de la muerte del gobernador Pedro de Ursúa y sus capitanes, los marañones habían ejecutado o dado muerte a casi la totalidad de la corte amazónica «del rey» don Fernando de Guzmán. Iguales suertes dieron a: numerosos soldados propios y extraños; un sacerdote y dos religiosos; un número indeterminado de naturales (que fueron quedando sin vida en las riberas de su jornada amazónica); a Villandrando y otros vasallos del reino —vecinos y naturales— de la isla de Margarita; otros en el puerto de Borburata; algunos en la ciudad de Valencia y otros más en Barquisimeto; sin olvidar las cinco mujeres silenciadas. Según Lope de Aguirre, todos tuvieron una causa y razón para morir. En justicia no podía él morir a sombrerazos.
Dijo el rebelde peregrino, tres días antes de su muerte: si yo tengo de ser desbaratado en esta gobernación de Venezuela, ni creo en la fe de Dios ni en la secta de Mahoma ni Lutero ni la gentilidad, ni tengo que hay más de nacer y morir…, con ese tino y credo vivió y murió: Muere el tirano ya dicho un lunes a los veinte y siete del año de mil y quinientos y sesenta y uno
 1 
Hace 460 años; referidos al 2023 desde el 6 de noviembre de 1561; al hacer la conversión de calendarios: de juliano a gregoriano.
, víspera de los gloriosos apóstoles S. Simón y Judas
[72].
Aguirre —ejecutado apresuradamente por dos de sus hombres— se lleva a la tumba el cúmulo de sus crímenes y fechorías; habiendo muerto más de 70 hombres [72], sin contar los delitos de tiranía; rebelión y traición; «con su sangre borra» también los delitos de sus marañones. Antes de su muerte, ya había perdido la batalla, muchos de los hombres a quienes acaudillaba se pasaron al campo y real de García Paredes (solos y en grupo); bajo la promesa de no ser castigado por sus crímenes y de no regresarlos a España; al final Aguirre queda sólo con dos de sus «muy amigos», que son los que le matan. La estratégica promesa de perdón, funcionó —y sigue funcionando—: fue respetada y aumentada por el gobernador Collado, quien lo hace a nombre del rey (pero sin su consulta y consentimiento), ofreció perdonar a todos: las fechorías cometidas como marañones; con la condición de que abandonaran y dejasen aquella tiranía —¡no los quería cerca! —. Collado les da licencia para que fuesen y desperdigaran donde quisieran ir a «evangelizar» con su oficio, por muchas partes de la Tierra Firme; que fueron semillas sembradas de rebeliones y alzamiento [67].
El marañón Custodio Hernández, en su declaración ante la Real Audiencia de Santo Domingo (buscando indulgencias), dice:
… sólo se cumplió lo que él solo había profetizado de sí, pero aún más de lo que él pretendía y deseaba, para que todos se acordasen de él y no pereciese su memoria perversa. Y cierto, me parece que fuera mejor echadle a los perros que lo comieran todo para que su mala fama pereciera y más presto se perdiera de la memoria de los hombres como hombres tan perverso que deseaba fama adquirida con infamia [31].