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Lope de Aguirre: Un meteoro en la Costa de las Perlas.

Sección 1.8 Fuera de sesos en la Margarita.

Con un pandemonio yaciente en la fortaleza, Aguirre presagia la llegada del provincial Montesinos; personalmente en compañía de 80 marañones armados acude y verifica el horizonte de la Punta de las Piedras. Al divisar el velamen del imponente navío, previendo grandes males, regresa rápidamente a la fortaleza (que distaba unas 7 leguas); al llegar sus hombres le reciben con júbilo, pero también con chismes:
Cristóbal García, que era calafate, como se ha dicho, o por envidia o mala voluntad, y porque quizá fie verdad, dijo que su Maese de campo convocaba amigo para le matar y alzarse con la gente y navíos, e irse a Francia; y que él y los conjurados habían comido aquel día juntos en la fortaleza, con trompetas y gran fiesta; y trujo como testigo a un muchacho, criado suyo, el cual dijo que había visto la junta y entendido el concierto, y que era como su amo lo había dicho. Luego, el cruel tirano se determinó de matar a su Maese de campo; y enviándolo a llamar a su posada, mandó a un su muy amigo y de su guardia, llamado Chaves, que al entrar de la puerta le matase con un arcabuz; y venido el Maese de campo, sin sospecha de lo que le había de venir, estando descuidado, el dicho Chaves llegó por detrás y le dio un arcabuzazo, de que le hirió muy «Cristóbal García, que era calafate, como se ha dicho, o por envidia o mala voluntad, y porque quizá fie verdad, dijo que su Maese de campo convocaba amigo para le matar y alzarse con la gente y navíos, e irse a Francia; y que él y los conjurados habían comido aquel día juntos en la fortaleza, con trompetas y gran fiesta; y trujo como testigo a un muchacho, criado suyo, el cual dijo que había visto la junta y entendido el concierto, y que era como su amo lo había dicho. Luego, el cruel tirano se determinó de matar a su Maese de campo; y enviándolo a llamar a su posada, mandó a un su muy amigo y de su guardia, llamado Chaves, que al entrar de la puerta le matase con un arcabuz; y venido el Maese de campo, sin sospecha de lo que le había de venir, estando descuidado, el dicho Chaves llegó por detrás y le dio un arcabuzazo, de que le hirió muy mal; y luego le acudieron otros amigos del tirano, que estaban avisados, con muchas cuchilladas y estocadas; y el dicho Maese de campo, como se sintió herido mal, andaba huyendo de una parte a otra de la fortaleza, pidiendo confesión, y llamando al General, y así lo acabaron de matar; y el dicho Chaves le degolló con una daga. Fue tan grande el ruido y alboroto que hubo cuando mataron al dicho Maese de campo dentro en la fortaleza, que las mujeres y vecinos de la isla que estaban presos en la misma fortaleza pensaron que a todos los querían matar, y en especial las mujeres, que unas se metían debajo de las camas, otras detrás de las puertas y en los rincones; y una Marina de Trujillo, mujer de Hernando de Riveros, se arrojó por una ventana de la fortaleza a la calle, y dio gran golpe, pero del miedo no lo sintió, y se fue a esconder; y de las almenas de la fortaleza se arrojaron un Domingo López y otro Pedro de Angulo, vecinos de la isla, y sin hacerse mal, se huyeron al monte; y el tirano se asomó a una ventana de la fortaleza, y desde ella dijo a la gente que estaba en la plaza, alborotada, que no sabían qué ruido era el que había dentro en la fortaleza, y les dijo a todos como había muerto a Martín Pérez, su Maese de campo, porque lo quería matar, y los asosegó. [72]
Al pasar la borrasca y el escándalo de la ira: estando el Maese de campo muerto y tendido en el suelo, y por muchas heridas que tenía en la cabeza se le parecían los sesos y le corría sangre, ese era el escenario en el interior de la fortaleza margariteña, donde continúan las secuelas de los chismes, y los reclamos; esta vez le toca a su matarife más vil y consagrado: Antón Llamoso (el calafate de Ursúa, que por la magia de Aguirre fue ascendido a capitán de municiones). El chismoso, le dijo que Llamoso era uno de los conspiradores; Aguirre asume una actitud paternal de incredibilidad, cuando le acusa e interroga: Y vos, hijo, Antón Llamoso, también dicen que queríades matar á vuestro padre [72]. Si no fuera, por el compromiso de la veracidad que reclama retraer al presente nuestro pasado sin alterar los hechos y las circunstancias, nos detendríamos acá sobrecogido de espanto; pero no se puede obviar lo que no gusta, ya que quedaría torcida la historia.
Ante la directa acusación de Lope de Aguirre, consiente de su nefasta situación y de lo delgado del hilo del cual pendía su vida, Antón Llamoso acomete el acto de reducción, sumisión y bajeza, más resaltante de toda la comedia trágica de los marañones, el aterrorizado acusado:
… negó con grandes reniegos y juramentos; y pareciéndole que le satisfacía más, arremetió al cuerpo del dicho Maese de campo, delante de todos, y tendiéndose sobre él, le chupaba la sangre que por las heridas de la cabeza le salía, y a vueltas, le chupó parte de los sesos, diciendo: “a este traidor beberle he la sangre”; que causó grande admiración a todos [72].